Dinorah quiere escribir un libro. De hecho, Dinorah tiene años escribiendo un libro. Un relato donde ella cuenta su vida, su infancia, sus sueños y sus frustraciones, lo que vio y lo que oyó. Será un libro con todas las memorias, abarcador, parcial, documentado y subjetivo. Pero Dinorah se llama Dinorah Frómeta Senior. Es hija de Billo Frómeta y de Mercedes Olimpia Senior Wilhelm, quien fuera la primera esposa de aquel, una mujer más conocida por un breve periodo que por toda una vida de trabajo en la esfera pública e intelectual. ¿Quién ha leído los libros de Mercedes Senior? Yo no. Pero sí sé que fue la esposa afrentada que llevó al marido al tribunal, al enterarse de que este había contraído segundas nupcias, sin tomarse la molestia de deshacer la unión legal contraída con ella, en Santo Domingo.
Bueno, sí, Billo era un poco pícaro, quién se lo puede reprochar, estaba tan concentrado en su música, tenía tanta suerte con las mujeres… Hay que ser muy cuaima para mandar a nuestro héroe civil a la cárcel.
Estas vagas ideas son las que Dinorah Frómeta quiere abatir. “No solo porque son falsas, sino porque son muy injustas con mi madre, cuya memoria quiero reivindicar”.
-Ya hay varias publicaciones sobre Billo y su lugar en la cultura popular del Caribe. ¿Qué aportará el suyo?
-El libro que preparo tiene muy poco en común con los ya publicados. Primero, porque en buena medida está basado en los textos que dejó mi madre sobre su propia vida, que, desde luego, en un largo tramo se relacionó con la de papá; así como relatos que ella me transmitió de forma oral y que me pidió que escribiera. Y luego, porque lejos de idealizar a mi padre, yo me apego a la realidad, que en muchas ocasiones no coincide con la imagen idealizada que se tiene de Billo Frómeta. Creo que mi libro vendrá a completar zonas en sombra de la vida de papá. Por ejemplo, la vida de ellos en Santo Domingo no se ha narrado sino muy parcialmente. No es cierto que Billo empezó a existir cuando llegó a Venezuela, ni que sus vínculos con la dictadura de Trujillo fueran borrosos o irrelevantes. Tampoco es cierto que él fundara sus orquestas y agrupaciones en solitario, a punta de genialidad: Desde luego, no cuestiono el talento de mi padre. Eso está a la vista. Lo que no se sabe es el papel fundamental que mi madre, su primera esposa, jugó para que todo eso se hiciera realidad. En mi libro lo cuento porque es verdad.
-¿Cuándo se conocieron ellos?
-Se conocieron en Santo Domingo. Cuando ella tenía diez años y él, trece. Se casaron siete años después, contra la voluntad de la familia de ella. El padre de ella, Juan Agustín Senior La Paz, era un conocido académico y empleado del Senado de RD (República Dominicana), y su madre, María de Los Ángeles Wilhelm Lepois, había compartido niñera con la esposa de Trujillo, quien gobernaría la RD (República Dominicana) con mano férrea entre 1930 y 1961. Billo venía de una familia decente y estudiosa, pero sumamente pobre. Mientras Mercedes había crecido en el seno de una familia adinerada y prestigiosa, él lo había hecho al lado de un padre alcohólico y violento. Como ella era conocida en Santo Domingo, porque se había destacado desde niña por sus talentos, como el que exhibía para la taquimecanografía, que le había granjeado un campeonato nacional, y él empezaba serlo, por su música, esta historia de amor contrariado se hizo popular y mucha gente la seguía con simpatía. Mi abuelo materno hizo todo para impedir esos amores. Inclusive, encerrarla a ella por meses en su cuarto, de donde podía salir solo para recibir a los maestros que venían a darle lecciones (no para comer, porque su mucama le llevaba bandejas al dormitorio). Hasta que una madrugada se escapó y se fue a la casa de la tía Fifita (tía de él). Una vez consumados los hechos, a mi abuelo Senior no le quedó más que permitir el matrimonio. Mi madre no solo había crecido entre mimos y lujos, también con la consideración de la sociedad de su época. Baste decir que a sus diez años fue distinguida como Gloria Nacional por sus conocimientos y por su destreza en las técnicas de oficina. Era la niña de los ojos de su padre, a quien no volvió a ver en mucho tiempo. Mercedes pasó de una gran casa, con cocineros, choferes y jardineros, a una vivienda muy venida a menos, porque mi abuelo Frómeta se había bebido la fortuna familiar; y de juez pasó a alcohólico desempleado. Por cierto, papá deploraba que su padre fuera un mujeriego y un borracho… pero no pasaría mucho tiempo para que él siguiera el mismo camino. Con algunos años en Venezuela y cegado por la fama, el éxito y el dinero, superó incluso a su padre en dispendio y en saña. Yo creo que mi padre fue un hombre muy infeliz, muy solitario, a pesar de vivir rodeado de gente que lo aplaudía. Sin duda, vivió en un gran sufrimiento e hizo sufrir mucho a quienes tuvo más cerca. A mi madre, por supuesto, le causó grandes dolores por su comportamiento agresivo y sus desconsideraciones.
-¿Por qué salieron ellos de Santo Domingo? Suele darse por hecho que lo hicieron huyendo de la dictadura de Trujillo.
-Mis padres se casaron en 1936. Para ese momento, él había fundado y dirigido la Banda del Cuerpo de Bomberos e integrado la Orquesta Sinfónica de Santo Domingo. Pero no había creado una orquesta propia. Esto ocurriría con el apoyo de mi madre, quien había sido testigo del surgimiento de cuartetos armados por su pretendiente para ir a llevarle serenatas. Fue ya casados cuando ambos crearon la Santo Domingo Jazz Band. Él le había prometido a mamá que, después de casados, él continuaría sus estudios de Odontología, de los que ya llevaba un año. Y, como también quería persistir en la música, ella aceptó trabajar para mantener a ambos y que él no tuviera que dejar sus estudios en uno y otro campo. Mamá se comprometió con este proyecto hasta el punto de que no solo garantizó el sustento económico, sino que se dedicó a escuchar, en el viejo radio de los Frómeta, los programas radiales donde transmitían las grandes orquestas de Cuba y de México, para trascribir las letras de las canciones con su veloz taquigrafía (de las que hacía copias para los músicos). Papá copiaba la música y en cuestión de horas estaban arregladas las piezas para estrenar en los bailes. En tiempo récord, la Santo Domingo JazzBand se convirtió en la más popular de la Isla. Insisto, un logro de los dos, porque él no lo hizo solo. Todo iba de maravilla… hasta que papá fue contratado para tocar en el Roof Garden, en Caracas, donde llegó el 31 de diciembre de 1937. Esa fecha, inaugural para una carrera brillante, sería la tumba de una parte de su humanidad.
-Disculpe que insista con mi pregunta anterior. ¿Qué peso tuvo la dictadura de Trujillo en la decisión de Billo de venir a Venezuela?
-En esto hay mucha falsedad. Así como se ha deformado la figura de mi madre al presentarla como una niña rica, caprichosa y envidiosa de la popularidad de Billo, a quien habría enviado a la cárcel por celos y mezquindad, así mismo se han falseado los hechos relacionados con la salida de papá de Santo Domingo. Papá no salió huyendo de su país ni mucho menos perseguido por la tiranía. Es cierto que, al llegar a Venezuela, los empresarios del Roof Garden le cambiaron el nombre a la orquesta (de Ciudad Trujillo Jazz Band a Billo’s Happy Boys); y que eso molestó al embajador de RD en Caracas sobre este cambio de nombre. El año anterior, 1936, el tirano le había quitado el nombre a Santo Domingo para ponerle el suyo, Ciudad Trujillo. De manera que la orquesta también debía perder un nombre que ya estaba abolido y adquirir el del dictador. Como se sabe, cualquier desaire podía ser percibido por Trujillo como un agravio de muerte; y perseguía a quien lo hiciera cebándose con familiares hasta con quinto grado de parentesco. Pero ese cambio no fue idea de papá, como también es sabido. Quienes sí salieron huyendo de Santo Domingo, dejando todos sus bienes atrás, fueron mi abuelo Senior, quien tuvo que llegar al aeropuerto flanqueado por los embajadores de los Estados Unidos y de Venezuela (mi abuelo era venezolano, había nacido en Barcelona, y de pequeño su familia emigró a RD), y toda su familia, incluida mi madre. La familia de papá, en cambio, se haría trujillista y, de pobres, pasaron a amasar fortunas. Y papá no dejó de viajar a Santo Domingo mientras vivió Trujillo, e incluso hay testimonios de gente del círculo íntimo del dictador según los cuales papá no solo iba a Santo Domingo, sino que jugaba dominó con el propio dictador, a quien le daba informes de los exiliados dominicanos en Venezuela. Mi madre me confirmó esto años después. Y ella, que no pudo regresar a Santo Domingo en casi treinta años, integraba los círculos de resistencia a la tiranía en el exilio y llegó a enterarse de estas actividades de papá. Ella tenía manera de constatar las múltiples entradas de papá a RD (en los archivos de Extranjería de la época está la prueba). Para tener evidencia de esta cercanía de papá con la dictadura de Trujillo basta revisar los documentos del extraño divorcio de mis padres, donde consta el apoyo abierto, sin ningún disimulo, del embajador y el cónsul de RD a Billo. Tanto mamá como su abogado en el divorcio aseguraron ante la Corte que papá era colaborador de Trujillo (y, por tanto, había contado con la ayuda de la dictadura para falsificar documentos relacionados con su matrimonio, contraído en la Isla) y él jamás lo negó. Y ahí están también las fotos de su segundo matrimonio, donde aparece acompañado, otra vez, del embajador y el cónsul de RD en Caracas.
Yo quería cantar
Dinorah Frómeta nació en Caracas. Es la menor de las tres hijas de aquel primer matrimonio de Billo. La que nunca vivió con su padre. En los años ‘50 salieron de Venezuela, por presiones de la dictadura de entonces, la de Marcos Pérez Jiménez, con rumbo a Londres, donde Mercedes, su madre, entró a trabajar en las Naciones Unidas. En la capital británica, Dinorah se casó, a los 19 años, con un ingeniero sueco y se instalaron en Estocolmo, donde ella estudió Antropología Social. También hizo carrera en las Embajadas de Venezuela en Suecia y en Alemania, donde se ocupó de asuntos protocolares y de promoción de la cultura venezolana. “No es lo que yo quería hacer con mi vida”, dice Dinorah Frómeta, “porque lo que yo quería era ser cantante de ópera, pero no estuvo mal”. En el camino dio conciertos en varios lugares del mundo y grabó tres discos; y se formó como terapeuta Gestalt en Dolor de la Pérdida.
-Usted habla de la llegada a Venezuela de Billo como el comienzo de algo fantástico y, a la vez, el comienzo de algo sombrío. ¿A qué se refiere?
-Bueno, una cosa es el muchacho enamorado y con ganas de triunfar; y otra, el hombre ebrio de éxito y de la facilidad con que en Venezuela se hacía fortuna en aquellos tiempos. Y papá se transformó, hasta llegar a grados de violencia y de arrebato muy difícil de imaginar para quienes solo lo conocieron en el escenario, con aquella sonrisa dulce y jovial, que hablaba bajito y evitaba la confrontación. Como papá nos abandonó cuando yo era muy pequeña, me costaba entender el miedo que le tenía mi hermana mayor… hasta que me tocó verlo gritando, lanzando libros, llorando de ira. Por suerte, yo no crecí con él. Fue mejor tener a papá lejos, pero a pesar de que de Billo no se hablaba en la casa de mi abuelo Senior, en El Paraíso, Caracas, adonde fuimos a vivir cuando mis padres se separaron, me fui enterando de que a Miriam le había caído a palos cuando tenía cuatro meses, porque la bebé estaba llorando y él quería dormir; de las palizas que le propinaba a mamá, en fin, de esa otra cara de papá. Mamá escribió en sus memorias que papá llegaba a casa, después de tres días de parranda con Agustín Lara, en los bares de Puente Hierro, en el centro Caracas, vestido solo con pantalón y chaqueta (sin camisa ni ropa interior), y que si ella se tardaba en servirle un chocolate caliente, le caía a trompadas. Todavía a esta edad, cuando veo en la calle un padre cariñoso con sus hijas, lloro. Nosotras no tuvimos eso.
-Cuesta creer en esa imagen de un Billo Frómeta colérico y maltratador.
-Él mismo sufría mucho con este lado terrible, que no podía dominar. Imagínese lo que ha sido para mí crecer con la certeza de que nací en un charco de sangre, porque papá le cayó a patadas mamá, estando ella con una barriga de siete meses… Esto lo cuento en mi libro.
-¿Por qué lo hace?
-Porque es verdad. Los individuos y las sociedades deben encarar su verdad. Los pueblos, a veces, se hacen los desentendidos. Tú puedes ser muy mala persona, pero si eres un músico famoso, esto es lo que vale. Papá tenía pocos meses en la cárcel, de los tres años de prisión que le dieron por bígamo, cuando un juez, en la proximidad de los carnavales, dictaminó que un músico de semejante popularidad debía estar en las calles entreteniendo al público. Pero, sobre todo, lo hago para hacerle justicia a mi madre. Mercedes Senior es autora de dos libros “El Rómulo Betancourt que yo conocí” y “Políticos y notables retratos de medio perfil”. Ella trabajó con todos los presidentes de Venezuela. Era una mujer de una inteligencia excepcional. Con toda seguridad, no merecía el maltrato de su marido ni el juicio erróneo de quienes ignoran el trasfondo de lo que pasó. Al final de su vida, papá la visitó y le pidió perdón, que ella le negó. “No sé cómo pude yo”, me dijo a mí, “perder una mujer tan inteligente y hermosa”. Papá vivía en un infierno.
No sé si fue violento y distante con todos sus hijos. Lo que sí sé es que tengo hermanos que nacieron el mismo día (del mismo mes y el mismo año); y que no sé cuántos hermanos somos… Según Antonio Soteldo, bajo de la Orquesta, somos 26 los hijos de Billo. No lo digo yo, lo dice Antonio Soteldo, quien aseguró haber llevado la cuenta. Desde luego, he oído que a algunos de los hijos menores casi los mató a golpes. La fama y el dinero nunca hicieron feliz a quien hizo felices a tantos. Como tampoco dio felicidad ni paz a sus mujeres ni a sus hijos. Todo esto es muy difícil para mí. Por eso me he tardado tanto… decir la verdad puede ser muy duro; yo quisiera tener solo cosas buenas que decir de mi padre, pero no sería verdad. Y todos merecemos la verdad.
—
*La fotografía fue facilitada por la autora, Milagros Socorro, al editor de La Gran Aldea.